De mí, que soy una Santa,
que temo la ira de Dios,
que me reinvento con cada tic-tac...

miércoles, 24 de junio de 2009

A CASI UNOS DÍAS DE CELEBRAR EL PRIMER ANIVERSARIO DE MI PRIMER BLOG,

pensaba en la presencia del tiempo en algunos de los primeros textos que publiqué.

Quizá me complico demasiado buscándome en las palabras de antaño.

[¿Por qué no sólo arriesgarse a vivir sin ataduras, sin remordimientos?]

En la insoportable búsqueda del Ser me he topado con un vacío terrible al no encontrar siquiera una pista de lo que soy, de lo que he sido. De nada le sirve a uno gritar, quedarse mudo o contemplar, profiriendo algunas maldiciones. De nada...

Como dije, pensaba en cómo el tiempo había manipulado todo lo mío, en cómo había movido los hilos de este guiñapo andrajoso y reí al darme cuenta de que... oh, estúpida... el tiempo como siempre, no había hecho nada. Era yo, yo únicamente la que se vencía, la que se llenaba los ojos de lágrimas por todo y por nada, la que se hermanaba con el pretérito, figurando como una enorme piedra incrustada en el lomo de la melancolía.

[¿Por qué no olvidar las viejas pretensiones?]

Estúpida...

El tiempo, la vida, las cosas en sí no son absurdas, burdas, crueles... El enemigo es uno que viene prefabricado para lo absurdo, lo burdo, lo cruel. El enemigo es el mismo reflejo que no se convence de haberse conocido antes, que no acepta su condición incapaz, que no concibe que su ambición es un deseo jamás cumplido...

El reflejo de uno mismo quiere salir del espejo y vivir una vida que se antoja incolora, una vida en la cual el tiránico poder de aceptación manipule la voluntad, los ascos, las ansias para convertirlas lentamente en recuerdos de la infancia, en evocaciones del sabor del pan que se comía antes y que, a pesar de la dureza, era increíblemente sabroso, en fragmentos de memoria animada, “en collages de amor y odio” frente a los ojos estáticos.

[Inútil... quizá es saberlo]

Así, y de cualquier modo, es necesario abandonar de vez en cuando los subterfugios, las protestas contra lo que pudo haber sido y -jajaja- no fue. Mas ¿cómo dejar de la lado el afán por saberse en el pasado, de mirarse en las fotografías, de notar arrugas y tener consciencia de que ya han pasado 22 años de amargura conjugada con flujos de felicidad momentánea ?

La agonía de los recuerdos y el ansia de querer vivir sin la pesadez del tiempo son materias primas en la producción de nuevos motivos que engendran la imbécil, pero bella esperanza de vivir, vivir, vivir...

C'est la vie, queridos.




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