Ayer alguien me dijo que no le gustaban los cumpleaños. Razones válidas tendrá para decirlo tan quitado de la pena, no discutiré aquí sus motivos ni voy a hacer una de mis tan acostumbradas aproximaciones psicológicas. Nada de eso, es mi amigo, lo quiero y no lo juzgo.
Pero, ¡lástima!, a mí si me gustan los cumpleaños, las fiestas de cumpleaños, los pasteles de cumpleaños, los regalos de cumpleaños, las felicitaciones de cumpleaños y hasta las ridículas “Mañanitas”.
Y ¿por qué no decirlo? Estoy emocionada: mañana es mi cumpleaños… Sé que no recibiré muchos regalos (cuando era chavala sí, y me gusta recordarlo), quizá ni siquiera saludos, pero la mera verdá, eso me tiene sin cuidado.
Por qué no sentir emoción, por qué no decir: “mañana es mi cumpleaños y quiero ser feliz un ratito al ver la lluvia derramarse por los vidrios de mi ventana”, por qué no darme una abrazo sincero y sentirme orgullosa de todo lo que soy (aún cuando me cuestiono tanto y me maldigo tanto), por qué no cantarme un canción, por qué no levantarme con un ánimo maravilloso y gritar que lo demás me importa un pito y que lo único que deseo es reventarme los globos oculares al videar mi peli favorita.
Mañana es mi cumpleaños y este 2009 quiero celebrarlo callada y con la luz apagada, darme un regalo lindo y comerme un “gansito”, quiero pensar en mí y en las posibilidades que me traerá renacer un año más: saberme de muchas maneras, asimilarme, y quizá hasta un día quererme…
MAÑANA ES MI CUMPLEAÑOS y quiero asegurar que soy la hostia y darme abrazos y llenarme la cara de besos…
HBD, N!